Por Gorka Barrenetxea
Es evidente que aunque la fecundación in vitro (FIV) nació hace ya más de 40 años para solventar unos problemas muy concretos de mujeres que no podían conseguir un embarazo por tener sus trompas de Falopio obstruidas, constituye, en la actualidad, la base sobre la que se sustentan la mayor parte de procedimientos de reproducción asistida en la actualidad. Gracias a la FIV y procedimientos derivados de la misma, parejas en las que el varón presenta un semen de muy baja capacidad reproductiva pueden embarazarse (ICSI); parejas con alteraciones genéticas en sus gametos que conllevan abortos de repetición pueden conseguir embarazos a término (mediante la selección genética de embriones evolutivos) o parejas con enfermedades graves pueden evitar su transmisión a la descendencia.
Al mismo tiempo que millones de niños y niñas están entre nosotros gracias la medicina reproductiva, ésta ve cómo diferentes disciplinas han de interactuar para conseguir el objetivo de la forma más adecuada. Y en esta interactuación no sólo hablamos de ginecólogos y embriólogos. Efectivamente, somos los ginecólogos quienes evaluamos a la mujer con deseo gestacional, pero es la embriología la especialidad fundamental que ha conseguido mediante sus avances que incluso modifiquemos nuestra actuación ginecológica. Efectivamente, es el o la embrióloga quien microinyecta el espermatozoide en cada ovocito, quien observa y cuida el desarrollo embrionario (actualmente en incubadores video-time-lapse como Embryoscope-Plus) quien realiza la biopsia embrionaria para la mejor selección del embrión con más posibilidades de cumplir con el objetivo de tener un embarazo exitoso. Hablar de medicina reproductiva sin la embriología es como plantear un partido de futbol sin futbolistas. El premio Nobel concedido a Robert Edwards no es sino una confirmación de este aserto.
Pero no solo participamos especialistas en ginecología o embriología. También es necesario del concurso de especialistas en genética (selección genética de embriones, análisis genético del endometrio, estudio de mutaciones recesivas en parejas), andrología (estudio en profundidad del factor masculino), enfermería (soporte y apoyo de todo el proceso diagnóstico y terapéutico), inmunología (estudio de la interacción entre futura madre y embrión), endocrinología (evaluación de situaciones hormonales desequilibradas), psicología (soporte de las parejas durante el proceso) e, incluso ética y derecho (implicaciones presentes y futuras de la utilización de los diferentes procedimientos).
Pues bien, todas estas disciplinas están incluidas, en nuestro ámbito de actuación, en diferentes grupos de trabajo de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) y la European Society of Human Reproduction and Embriology (ESHRE). Ambas organizaciones velan para que los avances científicos sean aplicados de una forma adecuada, justa y bajo criterios estrictos de ética aplicada.