Por el Comité Editorial de Reproducción Bilbao
En un post anterior definimos la atrofia vaginal, enumeramos sus síntomas y causas y avanzamos la existencia de tratamientos, hormonales y no homonales, que se adaptan a las necesidades de cada paciente.
El tratamiento no hormonal utiliza los hidratantes vaginales para restaurar la humedad del área vaginal. Estos hidratantes no disminuyen la atrofia de la pared vaginal motivada por el déficit de estrógenos, pero sí mejoran la sequedad y alivian algunos síntomas, como el dolor durante el coito y el ardor o escozor vaginal, siempre que éstos sean leves. Los hidratantes vaginales se han de aplicar varias veces por semana y sus efectos son más duraderos que los de los lubricantes.
En cuanto a estos, se pueden utilizar como complemento al tratamiento no hormonal de los hidratantes y para reducir las molestias durante el coito ya que su uso está indicado antes de mantener relaciones sexuales.
Son aconsejables los hidratantes a base de agua y silicona y se desaconseja el uso de aquellos que contengan vaselina porque pueden dañar el látex de los preservativos o de los diafragmas y pueden aumentar el riesgo de infecciones genitales.
En cuanto al tratamiento hormonal, está indicado para aquellas pacientes que padecen síntomas más molestos que los considerados habituales. El tratamiento hormonal puede ser administrado con estrógenos a dosis baja y de uso tópico (vaginal) o proporcionado en dosis más altas y suministrado de forma oral, mediante parches cutáneos o anillos. Los estrógenos a dosis baja están especialemente indicados para mujeres que únicamente presenten síntomas vulvovaginales.
Los estrógenos a dosis altas -orales, parches cutáneos o anillos-, son los que se administran de un modo sistémico y pueden producir efectos secundarios importantes. Sólo deben ser utilizados por mujeres muy sintomáticas y cuando la sequedad vaginal está asociada con otros síntomas menopáusicos, como sofocos moderados o graves.
Hay que tener en cuenta que las terapias homonales con estrógenos pueden producir recaídas en el caso de las mujeres con cáncer de mama, además de otros efectos indeseados, como hemorragias uterinas y un aumento del riesgo de accidentes cerebrovasculares. Por todo ello, debe ser siempre el ginecólogo quien disipe cualquier duda sobre la opción y el tratamiento más recomendable en cada paciente.