Recientemente realizamos una cesárea programada a una mujer que habíamos tratado en nuestro centro. Tras extraer el niño, se lo pasamos a su madre. Lloraban ambos: el niño, demostrando su vitalidad y la madre, demostrando una silenciosa emoción.
Esta escena es siempre emocionante. Lo es más, cuando has visto ese niño cuando apenas contaba 2 células en el incubador biológico de nuestro laboratorio, cuando sabes los sacrificios a los que se ha sometido esa madre: muchos tratamientos fallidos, muchas esperanzas perdidas.
Pero me impactó especialmente el comentario que realizó en ese mismo momento esa madre: ha sido un embarazo de 10 años de duración.
Efectivamente, fue hace 10 año (nada menos) cuando esa mujer y su pareja iniciaron su andadura de pruebas diagnósticas, listas de espera, tratamientos fracasados y fases en las que decidieron dejarlo para volver a retomar de nuevo el tratamiento.
Cuando finalmente se consiguió el embarazo, quedaban los últimos 9 meses de esa gestación con las incertidumbres lógicas de toda embarazada: ¿abortaré o no?; ¿saldrá bien la prueba genética? ¿se le verá bien en la ecografía? ¿saldrá todo bien en la cesárea?
Pero con la certeza de que estábamos en los últimos 9 meses de ese periplo de 10 años. Y con premio final.
Por:
Gorka Barrenetxea
Jon Iker Arambarri
Maika García
(equipo médico en la cesárea)
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