La eclosión asistida o más conocida por su traducción al inglés Assisted Hatching, es una práctica habitual en la mayoría de laboratorios de reproducción asistida. Consiste en realizar una pequeña perforación en la zona pelúcida, una membrana que recubre al embrión, para facilitar su salida al exterior y que este pueda adherirse al endometrio materno, facilitando de esta forma la implantación.
Esta eclosión asistida es totalmente segura y eficaz siempre que se lleve a cabo por personal con experiencia. Puede realizarse con ayuda de un láser o mediante el uso de una solución con ácido tyrodes. La utilización de un láser es más segura y rápida, aunque requiere una mayor inversión en el laboratorio de embriología.
No siempre es necesario realizar esta técnica, pues en casos como en los que se ha practicado una biopsia embrionaria para realizar un tratamiento de DGP (estudio de aneuploidías cromosómicas o estudio de enfermedades monogénicas) la perforación ya está practicada y la salida del embrión a través del orificio es rápida, fácil y directa. Otras veces el propio el embrión comienza a perforar la zona por sí mismo y si no tiene ninguna dificultad es mejor no intervenir.
Sin embargo en casos en los que el embrión ha sido vitrificado previamente puede ser recomendable realizar la eclosión asistida, ya que se ha visto que la vitrificación puede producir un endurecimiento de la zona pelúcida y dificultar la salida del embrión. También se recomienda hacerla en los casos en los que se observa que el embrión sufre repetidas contracciones en su intento por desprenderse de esta zona, estas contracciones pueden hacer que el embrión gaste demasiada energía, y que a consecuencia de no lograrlo acabe degenerando con lo que la transferencia embrionaria no podría llevarse a cabo.
De cualquier modo, estas son solo algunas pautas para guiarnos sobre cuando suele realizarse esta práctica, se debe evaluar individualmente el estado de cada embrión y valorar en cada caso su utilidad.
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